EL JUICIO SUMARIO CONTRA JESUS DE NAZARETH
Un análisis al proceso legal contra Jesús de Nazareth
Visto desde el lente de los cuatro evangelios, el juicio sumario contra
Jesús de Nazaret representa un panorama sucinto sobre el pliego de acusaciones
en el expediente difamatorio contra el Hijo de Dios que condujo a las
autoridades a:
·
la condena,
·
laceraciones físicas
y
·
finalmente la muerte
en el Calvario.
Es por todos sabido que la pena capital sobre una cruz estaba reservada
exclusivamente para criminales que no eran ciudadanos del Imperio Romano.
Pero Jesús, contrario a la ejecución de la condena, no era un criminal. Al contrario, toda su vida la invirtió en
servir y ministrar a los necesitados.
El Viernes Santo nos recuerda este injusto juicio contra el Hijo de
Dios.
El juicio contra Jesús de Nazaret violó todas las
normas del derecho jurídico.
No se le proveyó al Hijo de Dios
un abogado que pudiera servir en la defensa y posterior libertad del portador
del evangelio.
En primer lugar, toda persona acusada de un delito es considerada –bajo
principio jurídico internacional– inocente hasta que se demuestra lo contrario.
Además, el derecho romano requería un representante legal para procesar a todo
acusado de algún delito. Así que la ausencia de un representante legal muestra
la vulnerabilidad y quebrantamiento de las normas jurídicas del Derecho Romano
cuando no se le dio seguimiento al proceso según las indicaciones previamente
establecidas.
Este juicio podría considerarse como un crimen de Estado ya que participaron en la trama y cumplimiento de la sentencia:
·
El gobernador Poncio
Pilato, representando al Imperio Romano,
·
y el sanedrín,
compuesto por los principales sacerdotes, escribas, fariseos y saduceos.
·
En este alegato
contra Jesús participaron también la guardia del templo, el rey Herodes,
·
Anás suegro de Caifás
Sumo Sacerdote durante aquel año; quienes interrogaron por breve tiempo a Jesús
sobre los cargos en su contra.
Sin embargo, la condena a muerte contra Jesús se conocía de antemano,
mucho antes de que este fuera procesado por la corte del gobernador, quien como
juez y fiscal a la vez podía determinar a su antojo la suerte de cualquier
acusado.
Así es que, el veredicto contra Jesús ya se había fraguado entre las
autoridades judías quienes habían llegado a un consenso de que el Nazareno era
digno de muerte “porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios”. Ellos tomaron esta
expresión de Jesús como una blasfemia, digna de muerte (véase Mateo 26:64-65).
En la confabulación contra Jesús también participó un grupo del pueblo judío
quienes pidieron a gritos la muerte del Galileo en uno de los juicios más
resonados en la historia de la humanidad.
Entre las principales acusaciones ventiladas durante el juicio se
destacan la de hacerse Hijo de Dios, debido que se creía a sí mismo igual a
Dios, expresión percibida como una blasfemia. Aunque también es sabido por
todos que la expresión “los hijos de Dios” es un término utilizado ampliamente
en la Biblia Hebrea para referirse al pueblo de Israel. Además, decir que él
era Rey de los Judíos, que podía destruir el templo y reconstruirlo sin trabajo
manual en tres días; y que se oponía al Cesar, el único rey a quienes los
judíos reconocían tener.
Poncio Pilato, gobernador encargado bajo la autoridad del Imperio en esa
región, trató de valerse de varias fórmulas que le permitieran deshacerse de
cualquier culpa o complicidad en contra de Jesús; a quien consideró inocente
después de haberlo interrogado en varias ocasiones. En este juego político de
Pilato estuvo siempre la oferta de soltar a Jesús, en vez de dejar libre a
Barrabas, bajo la declaración de que no había encontrado ningún delito en
Jesús.
Pilato también prefirió enviar a Jesús a Herodes para que fuese
interrogado por el rey, buscando siempre la fórmula de quitarse de encima dicha
responsabilidad, especialmente cuando su esposa le había comunicado que no
tuviera nada que ver con la sangre de ese justo, ya que había sufrido mucho en
sueño debido al proceso llevado a cabo contra el acusado.
Ninguna de estas ideas le sirvió al gobernador de Roma para evadir la
sangre inocente de Jesús. Anteriormente, el Sumo Sacerdote había decretado que
era mejor que un hombre muriera por el pueblo, que el pueblo fuera sacrificado
por un hombre.
El gobernador Poncio Pilato quiso inclusive entregar a Jesús a los
judíos para que lo condenaran conforme a su ley. Pero a los judíos no les era
permitido ejecutar la pena de muerte. Es decir, buscaban la pena de muerte
contra Jesús, independientemente de que fuera inocente o culpable. Es más,
Pilato, en su intento por salvar la vida de Jesús, se lava públicamente las
manos para indicar que no se solidarizaba con la muerte del Rey de los Judíos.
La verdad es que todo esto debía cumplirse porque era el plan de Dios
para salvar a la humanidad.
Pero Pilato no podía mantener la neutralidad que él deseaba en este
juicio y que quiso exhibir desde un principio a favor de Jesús. Mientras
intentaba nuevas formulas, a su paso se le iban cerrando los caminos. Los
sacerdotes encontraron el punto débil del gobernador para colocarlo en un punto
vulnerable no solo en el puesto público que ocupaba, sino que su propia vida
entraba en juego en esta decisión.
Muy ágilmente, los judíos recurrieron al argumento de que si Pilato
soltaba a Jesús –quien decía ser Rey de los Judíos se constituía en enemigo del
Cesar. Aquí Pilato entraba en una encrucijada entre Jesús y el Cesar.
El uso de este argumento para contar con la aprobación del gobernador
fue un instrumento persuasivo en contra de la neutralidad de Pilato. Así es que
aunque Pilato se lava las manos públicamente para indicar su inocencia sobre el
veredicto buscado por el pueblo y los sacerdotes, decide finalmente entregar a
Jesús para ser castigado y ejecutado como un criminal.
Tres cosas muy importantes se dilucidaron en este
proceso.
1)
En primer lugar,
Jesús dejó saber al sumo sacerdote de que era hijo de Dios.
2)
En segundo lugar,
revela a Pilato que había venido al mundo para ser Rey de los judíos, que todo
lo que sucedía era para fiel cumplimiento de las Escrituras.
3)
En tercer lugar, el
reinado de Jesús, no era de este mundo, lo cual dejó a Pilato sin comprender a
quien tenía por delante y la enorme responsabilidad histórica que pesaba sobre
sus hombros.
Al momento de su arresto, Jesús había dicho a sus discípulos que si
hubiese querido habría orado a Dios. En respuesta a su oración, Dios le habría
enviado doce legiones de ángeles. ¿Pero entonces cómo se habría cumplido la
Escritura de que era necesario de que el Cristo padeciera, muriera y que al
tercer día resucitase de entre los muertos?
En verdad, el Nazareno permaneció callado durante casi todo el tiempo
que duraron los interrogatorios para verificar la veracidad de las acusaciones
en su contra. Sin embargo, notamos que lo dicho por Jesús durante estos
interrogatorios fue usado en su contra. Si Jesús lo hubiese deseado, hubiese
salido de las trabas de este juicio, como cuando lo quisieron apedrear en el
templo y se fue de aquel lugar, sin que la turba pudiese arrojar piedras contra
él.
El otro matiz de este juicio es que, aunque resalta la inocencia de
Jesús y la vileza humana, la verdad es que todo esto debía cumplirse porque era
el plan de Dios para salvar a la humanidad. A esta injusticia humana contra
Jesús, el hijo de Dios, se le suman todas las otras injusticias cometidas en
contra de otras personas inocentes en el transcurso de la historia humana.
La buena noticia es que este juicio arroja una gran luz para quienes sufren las injusticias de
las fuerzas imperiales y gubernamentales del mal, pues el hijo del hombre será
visto sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del
cielo. Esto quiere decir que los poderes del mal tienen poco tiempo sobre la
tierra; que al final, el Rey de los judíos, crucificado, muerto y sepultado por
la injusticia humana, vive a la diestra del poder de Dios, y desde allá vendrá
para juzgar toda injusticia y castigar a todos aquellos quienes se valen de la
mentira, el engaño o el poder para cometer actos que van contra el plan de
Dios.
Cuando los judíos protestaron contra el titulo escrito sobre la cruz por
orden de Pilato, este último afirmó, que lo que él había escrito se quedaba
así. Pilato entendió que la condena de Jesús a muerte era una injusticia, pero
no pudo escaparse de ella ni aun lavándose las manos. Tal vez como venganza a
los judíos, escribió sobre la cruz del Nazareno “Rey de los Judíos”, y lo hizo
escribir en el idioma hebreo, griego y latín para que todo el mundo de ese
entonces pudiera entender por lo menos los cargos contra el Hijo de Dios.
Finalmente, el Viernes Santo nos recuerda este injusto juicio contra el
Hijo de Dios, el suplicio que atravesó en el Pretorio y luego cuando cruzó por
la Vía Dolorosa para luego morir, y redimirnos de nuestros pecados, para
restaurar a los hombres y las mujeres de todos los tiempos.