ALBERT EINSTEIN Y DIOS
G. S. Viereck entrevistó a Einstein cuando tiene 50 años de edad y le preguntó hasta qué punto estaba influido por el cristianismo. Einstein contestó: --"De niño recibí instrucción tanto de la Biblia como del Talmud. Soy judío pero estoy embelesado con la figura luminosa del Nazareno". Acepta su realidad histórica: "Incuestionablemente.
Nadie puede leer los evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está lleno de tal vida". Pero no va más allá y Viereck insiste: --¿Cree usted en Dios? Y Einstein, aunque admira el panteísmo del filósofo Spinoza contesta: --"No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas".
"La emoción más hermosa --dijo-- que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no pude maravillarse y extasiarse con reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En este sentido, y sólo en éste, soy un hombre devotamente religioso". Así estaba al comienzo de una vía que para muchos terminó en el encuentro con el Dios personal y verdadero, Uno y Trino.